En el principio hubo una palabra
que lo decía todo.
Macho y hembra era esta palabra
que desde el infinito
vociferaba en el silencio de la nada
su continuo parto de significados.
Una palabra
que significaba todo lo que era,
había sido y podría ser.
Y la palabra murió de parto.
y los muchos significados prohijados por ella
se creyeron palabras autónomas y omnipotentes
como aquella primera palabra: Madre.
Ahora bien. Cuando la primera palabra única paría,
significado y significante
eran gemelos idénticos.
La cosa se hacía al mencionarla
y persistía en su eco.
El universo existía en su duración.
Las cosas eran las reverberaciones de la palabra.
Porque la palabra era igual
a todas las cosas.
El todo del todo.
Sus hijos quisieron perpetuar la dinastía,
la supremacía de la palabra.
Pero la muerte de la primera palabra
había hecho que toda palabra póstuma
sería también cadáver y mentira.
Pues la primera palabra era la cosa misma,
pero las demás no eran
siquiera sus parientes cercanos.