Sus palabras eran siempre esféricas u ovaladas
como huevos filosofales o sistemas solares
y universos
con la perfecta forma de trazos infinitos.
Ramillete de estrellas siempre traía
en su verbo,
y soles brotaban en pequeñas explosiones
lumínicas.
Su risa era como el divino croar cósmico
de la rana multípara y preñada
que salpica sus huevos
con la luz de las lunas.
Siempre vertía manantiales de luz
sobre mis sequedales y mis noches oscuras.
Hoy vuelvo a escucharlas.
Son como una mano bendita
que se tiende de puente entre las estrellas y mi alma,
al fin vuelvo a encontrarlas…