Ha de llegar una nueva estación
de tiempo entreperlado
entre ensueño y recuerdo,
entre gozo y angustia,
entre traición y olvido.
Una nueva estación
en el oblicuo resquicio del tiempo
que fue y el tiempo que será.
Llegará enhebrada
con el hilo finísimo de este frágil ahora
de este fugaz y permanente momento.
Llegará como novia purísima
al altar de una eterna alborada;
y en su llegar estaré yo
llegándome a mí misma;
conociéndome en un no saber nada
que todo lo abarca.
Recordándome yo en el olvido,
olvidándome yo en el recuerdo,
a la nueva estación
que es la vieja y la única
estación de mi año,
la más alta y más baja:
el despertar de la nueva estación.
El despertar de las alas.