Afuera lo cotidiano parece verdadero;
El mundo lo rigen los ecos,
la interminable repetición de mismidades
y tedios habituales, corteses, útiles y redondos;
esferas perfectas en un sistema galáctico
en el que los huecos negros se tragan
lo distinto, lo único, lo particular,
donde las cosas pierden sus nombres
y se confunden unas con las otras.
Adentro la niña practica sus escalas,
ensaya una abstracción en tonos de esperanza.
Mide las distancias entre los pensamientos,
y toma flores de su jardín secreto
para un jarrón hecho con luz de ventanales veraniegos.
Más adentro aún, mide el diámetro
de los universos que nacen de su espíritu
en parto celeste, del caos al cosmos,
y asigna órbitas a planetas y a pájaros y a estrellas,
a versos y a amores inefables
que en silencio nacen y cantan como coros extáticos.